El Vino

Datos lingüísticos apoyan esta hipótesis. Un ejemplo de ello es que la
palabra vino tiene su raíz en la antigua voz caucásica “voino”, que significaba algo
como “bebida intoxicante de uvas”.
La palabra fue aceptada y, modificada, se expandió en la antigüedad: “oinos”
y “woinos” para los griegos; “vinum” para los romanos.

Por otro lado, los pasajes bíblicos que hacen referencia al vino son muy
numerosos. En uno de ellos se localiza con exactitud lo que pudo ser el más
antiguo centro de viticultura, cuando Noé plantó la primera viña en el lugar donde
hoy se encuentra el monasterio de Etshmiadsin. La Biblia menciona en el libro del
Génesis que «Noé, agricultor, comenzó a labrar la tierra y plantó una viña. Bebió
de su vino y se embriagó».

La relación entre vino y religión es muy estrecha desde el primer
momento. Más adelante, en el Nuevo Testamento, el vino llegó a ser un gran
símbolo religioso con el nacimiento del cristianismo. La transformación del agua
en vino, en las bodas de Caná, fue el primer milagro de Cristo.

Estas hipótesis tradicionales se ven amenazadas en nuestros días con un giro
verdaderamente copernicano proveniente de las ciencias sociales.
El reciente hallazgo de unos restos arqueológicos en la localidad española de
Cantorroano (Extremadura) podría revolucionar las tesis históricas vitícolas hasta
ahora consideradas como válidas.
Los restos arqueológicos, consistentes, al parecer, en unos vasos de libación,
están siendo estudiados en la actualidad, pero, de conformarse las hipótesis de
los investigadores, podrían suponer la constatación de que el hombre conocía en
un tiempo mucho más remoto de lo que hasta ahora se suponía unas
rudimentarias técnicas de vinificación.

El vino en la Antigüedad

Mesopotamia, junto al Cáucaso, fue la cuna del vino en la Antigüedad. En Lagash,
una de las antiguas ciudades sumerias, en la zona del bajo Tigris, existían huertos
artificiales de regadío, donde la viña y los frutales crecían 2.500 años antes de
nuestra era.

En Mesopotamia, el vino era la bebida favorita de reyes y mercaderes y se le
consideraba símbolo de fecundidad.
Un registro de propiedades del siglo VII a.C. en la región de Harrán (actual Siria)
describe plantaciones de considerable tamaño para la época: más de 2.000
plantas. En el Museo Británico, se conservan dos relieves de Nínive (Asiria) con
claras alusiones al vino: un par de leones esculpidos junto a un árbol al que se
enroscan las viñas y un banquete del rey Asurbanipal con su esposa, bajo un
entoldado de racimos (600 a.C).

Restos arqueológicos de la colina de Nimrud demuestran la prosperidad de la
viticultura en esta parte del Cercano Oriente.

Por otra parte, egipcios y fenicios también colaboraron con la expansión de la
viticultura en el mundo antiguo.
Que la cultura del vino emergió con las primeras civilizaciones queda demostrado
en tablillas, papiros y tumbas egipcias, en evidencias que llenarían volúmenes
enteros. Si hubiera que atribuir el origen de la viticultura al lugar donde primero
se mencionó por escrito, el honor correspondería al delta del Nilo. La
palabra “arp” – vino – fue la primera que descifró Champollion en 1822 al
estudiar los jeroglíficos egipcios.
Hace unos 5.000 años, textos jeroglíficos de la primera dinastía se refieren a las
prensas en las que se elaboraban vinos con uvas de Tanis y Mareótida.

Las tumbas de los faraones contenían gran número de jarras para vino. De
hecho, las necrópolis de los gobernantes y oficiales del Imperio Nuevo, a las que
se atribuye una antigüedad de 3.500 años, contienen pinturas que muestran las
técnicas del cultivo del viñedo, el transporte de la cosecha, los sistemas de pisado
y prensado, los modos de almacenamiento, etc.

Estrabón (filósofo, escritor y viajero en tiempos de Roma) explicaba alrededor del
25 a.C. cómo en la cuenca alta del Nilo se vendimiaba con una técnica especial y
se obtenía el mosto por el sistema de torniquete, esto es, envolviendo las uvas en
un lienzo de trama holgada y retorciéndolo por sus extremos.

El vino, y su viaje hacia el Lejano Oriente

La aparición del vino en la India es probable que se haya producido como
consecuencia de la invasión de las tribus nómadas arias, a mediados del segundo
milenio a.C. Textos antiguos mencionan la fermentación de la “drahska” (viña, en
sánscrito). Otros piensan que el conocimiento de la vid por parte de los indios
llegó más tarde, con las conquistas de Alejandro Magno, Rey de
Macedonia.

En China, en cambio, la cultura del vino llegó desde el oeste, seguramente desde
Persia, ya que incluso la filología hace derivar la palabra china “putau” -vino- del
persa “budawa” -uva-. La viña debió penetrar en el Lejano Oriente a través de las
rutas de caravanas provenientes de Asia Central. Así lo evidencian restos fósiles
de viñas en las ruinas de la ciudad de Loulan. Los monjes budistas extendieron
también el cultivo en el valle del Tarim.

Desde China la viticultura llegó a Japón hace más de mil años. En japonés, la viña
recibe el nombre de “budo”.

El vino en la Edad Media

El vino llegó a ser un gran símbolo religioso con el nacimiento del cristianismo. El
vino es necesario para que los cristianos puedan celebrar el Sacramento de la
Eucaristía, el cual recuerda, “La Última Cena”, en la que se transformó el Pan y el
Vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

La viticultura y la producción de vino se convirtieron en prácticas muy importantes
para las sociedades cristianas y especialmente para las comunidades de los
monjes, que proliferaron durante toda la Edad Media.
Los benedictinos, los cartujos y los cistercienses fueron en gran medida los
guardianes, en la Edad Media, de los conocimientos de la viticultura y la
producción de vinos. Gracias a la cantidad de viñedos donados por los ricos y los
nobles para asegurar tanto su salvación como el desarrollo de sus viñedos, los
monasterios se convirtieron en los dueños de los más famosos viñedos franceses
de Borgoña, Burdeos, Champaña, el Valle del Loira, el Valle del Rhone, como así
también en diferentes regiones de España y Alemania.

De hecho, los monasterios prosperaron en gran parte gracias a sus viñedos, y los
monjes se esforzaron por hacer el mejor vino posible y desarrollar nuevas
técnicas para plantar las viñas y producir el vino.

También, en su momento, los monjes expandieron sus conocimientos por toda
Europa y también por el Nuevo Mundo.

El vino en la actualidad

Hoy en día, el vino se ha transformado por producción, valor comercial,
tecnología y calidad, en un negocio que envuelve a muchas personas, incluidos
productores, consumidores y componentes intermedios del proceso de
fabricación.

Para entender mejor la actualidad del panorama vitivinícola, es importante
conocer algunas cifras tendientes a exponer el avance de este producto.

La superficie vitícola mundial abarca cerca de ocho millones de hectáreas.
España, con 1.170.000 hectáreas, es el primer país en extensión de viñedos del
mundo. Otros países de importantes superficies en viñas son Francia (914 mil
has.), Italia (907 mil has.), Estados Unidos (415 mil has.) y Portugal (260 mil
has.), Rumania (247 mil has.), Argentina (213 mil has.), Chile (175 mil has.) y
Australia (160 mil has.).

Según estimaciones de la Oficina Internacional de la Viña y el Vino (OIV),
organismo creado en 1945 y que cuenta con 45 países miembros, el rendimiento
total del sector en el 2001 se sitúa entre 257,4 y 265,1 mhl. Ello supone un
descenso de entre un 4% y un 7% con relación al año 2000. Se trata pues de una
producción global de vinos que la OIV califica de mediana.

Los principales países productores mundiales de vinos son: Francia (55 millones
de hectolitros por año), Italia (54 millones hl), España (36 millones hl), Estados
Unidos (20 millones hl) y Argentina (unos 16 millones hl).

En el plano de las exportaciones, el ranking lo lidera Italia con alrededor de 17
millones de hectolitros, seguida de Francia (15,8 millones de hl) y de España (10,6
millones de hl).
Estados Unidos, Chile, Sudáfrica y sobre todo Australia continúan abriendo
mercados fuera de sus fronteras, como así iniciaron hace unos años.

Favorecidos por las normativas nacionales, menos estrictas que las de
sus competidores europeos, así como por su dinamismo comercial, los llamados
vinos del “Nuevo Mundo” han pasado de un 4 a un 14% de éxito comercial en los
10 últimos años.
Esta fue una semblanza del vino, una bebida con una rica historia, añeja, popular,
refinada, aromática y que nunca debe faltar en una buena mesa.

Publicado en: Historia de los alimentos

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