Esto es lo que asegura una investigación realizada en el Hospital de Niños de
Filadelfia y la Universidad de Pennsylvania, en los Estados Unidos. Los científicos
se esforzaron en mostrar la fuerza de la influencia genética y sugieren que los
esfuerzos para ayudar a esos niños a que no sean obesos como sus mamás
deberían comenzar cerca de los cuatro años de vida.
Publicado en el American Journal of Clinical Nutrition, el trabajo muestra que los
expertos siguieron de cerca a 70 chicos pacientes del hospital y durante más de
seis años. De ese total de pacientes, 33 de ellos tienen madres con sobrepeso y
los restantes 37, madres con peso normal.
Durante los primeros dos años del seguimiento médico el peso y la composición
corporal no difirieron notoriamente entre los dos grupos. Pero el grupo de más
alto riesgo tuvo un abrupto exceso de peso ya a la edad de cuatro años, y ambas
cosas (aumento de peso y grandes cantidades de grasa) a la edad de
seis.
«Hallamos dramáticos aumentos de grasa corporal entre los tres y los seis años»,
explicó Robert I. Berkowitz, cabeza del equipo y director del centro de salud
comportamental del Hospital de Niños de Filadelfia. «Lo que sugiere que algunos
genes encargados de controlar el peso corporal podrían estar muy activos durante
ese período», agregó.
Dentro del grupo de bajo riesgo, solamente uno de los 37 chicos estudiados
manifestó sobrepeso, lo que sugiere que las influencias genéticas pueden proteger
contra la obesidad, así como predisponer hacia ella.
«Parece haber una estrecha interacción entre los genes que controlan el peso
corporal y factores ambientales como una ingesta elevada de azúcar y grasas e
inactividad, ambas asociadas con el desarrollo de la obesidad infantil», concluyó
Albert J. Stunkard, Master de la Escuela de Medicina de la Universidad de
Penssylvania y coautor del estudio.
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