Los voluntarios estuvieron condicionados a tener hambre cuando miraban
ciertas figuras abstractas, del mismo modo que los perros de Pavlov salivaban al
sonido de una campana, sostuvieron los investigadores.
«En lugar de usar una campana y un polvo de carne, que es lo que Pavlov usó
originalmente, empleamos imágenes de un pequeño significado intrínseco y las
conectamos con aromas de comida», explicó el doctor Jay Gottfried, del
Departamento de Imágenes de Neurociencia de la Universidad de
Londres.
Gottfried intentaba explicar lo que denomina «el fenómeno del restaurante».
«Uno se sienta para una comida de ocho platos para nuestro cumpleaños y pasa
por todas las entradas y platos, y justo cuando sentimos que no nos entra nada
más en nuestro estómago, traen el menú de los postres y súbitamente uno
descubre que tenemos espacio para una mousse de chocolate», dijo Gottfried en
una entrevista telefónica.
«Esta es una saciedad específica uno está lleno de una cosa, pero no de otra»,
explicó.
El fenómeno podría ayudar a explicar porque las dietas fracasan, pero también
arrojaría luz sobre cómo funciona el cerebro. Gottfried, cuyas conclusiones
aparecen publicadas en la revista Science, indicó que quería conocer cómo actúa
el cerebro.
«Queríamos observar regiones cerebrales que mostraban una actividad
decreciente desde la pre y post alimentación», dijo.
Los 13 voluntarios fueron sometidos a imágenes de resonancia magnética
funcional un modo de observar la actividad cerebral «en vivo».
Gottfried y sus colegas les mostraron imágenes abstractas generadas por
computación mientras dejaban escapar aromas de helado de vainilla o
mantequilla de maní.
Inconscientemente, los voluntarios comenzaron a asociar las imágenes con los
aromas. Luego fueron alimentados con mantequilla o helado.
Los cerebros fueron sometidos a escáner nuevamente y hallaron que las fuertes
respuestas emocionales a los aromas se volvieron débiles después de que los
voluntarios comieron la comida correspondiente.
Gottfried aseguró que circuitos cerebrales específicos están involucrados en el
proceso. Los investigadores encontraron una participación fuerte de la amígdala
el área del cerebro más conocida por el procesamiento de emociones- y la
corteza orbitofrontal.
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