En la sociedad de nuestros días, no siempre nos alimentamos por auténtica
necesidad. A menudo, comemos como entretenimiento, consuelo, por nervios,
placer, motivo de reunión social, por frustración, entre otros motivos.
Es importantísimo conocer las razones que nos llevan a comer de más, para así
comenzar a reeducar nuestra conducta.
Si por ejemplo tiende a comer demasiado por la noche ante el televisor, busque
actividades alternativas, como hacer punto o coser para tener las manos
ocupadas; o salga más con sus amigos. O simplemente advierta ese hábito e
intente corregirlo.
En otras ocasiones, cuando sienta que no puede resistirse a «ese» plato que
parece llamarlo, antes de caer en la tentación, concédase un plazo de diez
minutos. Decida comerlo, pero sólo después de pasado ese tiempo. Verá cómo la
mayoría de las veces se ha desvanecido esa ansia que parecía
insoportable.
Otra alternativa es pensar en positivo ante determinadas situaciones. No crea que
estar a dieta es renunciar a algo, sean dulces o chocolate. Cambie y reflexione
sobre todo lo que está ganando: salud, ligereza, una silueta más armoniosa. No
considere la dieta como una etapa de privaciones, sino el primer paso hacia un
cambio mejor.
Cuando tenga un tropiezo dietético, haga borrón y cuenta nueva, como si nada
hubiera pasado. Haga más ejercicio los días siguientes y no piense más en ello.
Cuando sienta que está a punto de tirar la toalla y se encuentre a punto
de atacar una caja de bombones, pare en seco. Piense en esos bombones como
en algo que está a punto de vencerle. ¿Realmente cree que un pedazo de
chocolate puede ganarle la partida? ¿Acaso va a permitir que un bombón sea más
fuerte que usted? Recuerde que no renuncia a ellos para siempre. Ya tendrá
tiempo de disfrutarlos en el futuro.
Los casos precedentes son sólo algunos ejemplos de cómo el poder de la mente
puede encaminarnos hacia una buena alimentación.
Nota: Ante cualquier duda, consulte a su médico.
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