El científico Michael Dansinger y su equipo, procedentes del Tufts-New
England Medical Center (EEUU), se decidieron a analizar cuatro de los regímenes
más populares:
Atkins: la famosa dieta ideada por el médico del mismo nombre.
Consiste en minimizar el consumo de hidratos de carbono (pasta, arroz, pan…);
se pueden ingerir todas las grasas que se desee.
Zone (dieta de ‘la zona’): cambia la clásica pirámide alimenticia y exige
equilibrar el consumo de carbohidratos, proteínas y grasas en una proporción de
40%, 30% y 30%, respectivamente. De este modo, la ingesta de los primeros se
reduce drásticamente.
Weight Watchers: restringe las calorías y el tamaño de las raciones. Este
régimen otorga a los alimentos una puntuación y luego la persona puede
combinarlos sin sobrepasar los puntos máximos.
Ornish: también recibe el nombre el médico que la ideó, autor del ‘best
seller’ ‘Come más, pesa menos’. Exige eliminar por completo las grasas.
Según se desprende del trabajo, con todas ellas la pérdida de peso es bastante
modesta. «Era de esperar que los resultados entre los participantes que
cumplieron el régimen fuesen mejores», a juicio del editorial que acompaña al
estudio.
Éste evaluó durante un año a 160 personas con sobrepeso u obesidad (como
media, pesaban unos 100 kg) que presentaban problemas como hipertensión o
dislipidemia y se sometieron a una de las cuatro dietas. Asimismo, a todos los
participantes se les aconsejó consumir suplementos vitamínicos, realizar al menos
una hora semanal de ejercicio y evitar apoyo externo para perder peso.
Tras el seguimiento, se constató que la cuarta parte de los participantes conseguía
perder más del 5% de su peso corporal (unos cinco kilos), mientras el 10% perdía
en torno al 10% (unos 10 kg). Más que del tipo de dieta, la cantidad perdida
dependía del grado de fidelidad al régimen.
Asimismo se constató que, la menos a corto plazo, estos regímenes no parecían
ser perjudiciales para la salud. «Ninguna dieta empeoró significativamente ningún
factor de riesgo coronario», comentan. De hecho, todas redujeron los niveles de
colesterol ‘malo’ (si bien en el caso de la Atkins sólo levemente), aumentaron los
del ‘bueno’ (salvo la Ornish) y mermaron los niveles sanguíneos de la proteína C
reactiva (un marcador de riesgo cardiovascular).
«Hemos detectado que una variedad de dietas populares puede reducir el peso y
varios factores de riesgo coronario bajo condiciones clínicas realistas, pero sólo
para la minoría de individuos que pueden sostener un buen nivel de adherencia a
la dieta», resumen Dansinger y sus colegas.
Y es que el 42% de los voluntarios no llegó al final del estudio, porque
consideraban que «la dieta asignada era demasiado dura o porque no estaban
obteniendo la pérdida de peso suficiente», reza el artículo. Los abandonos eran
algo más frecuentes entre los participantes asignados a las Atkins y Ornish, lo
que «sugiere que muchos individuos pueden considerar estas dietas demasiado
extremas», precisa.
«Sospechamos que las tasas de adherencia y las mejorías podrían haber sido
mejores si los participantes hubiesen sido capaces de elegir libremente entre las
cuatro opciones. Nuestros hallazgos ponen en duda la idea de que un tipo de dieta
es la mejor para todo el mundo y que se debe hacer caso omiso a las demás»,
comentan los autores.
Estos recomiendan que se le ofrezcan al paciente varias opciones para poder
decidir la que se ajusta más a sus preferencias alimenticias, su estilo de vida o su
perfil de riesgo cardiovascular.
Sin embargo, el editorial que acompaña a este trabajo es de otra opinión. «El
mejor tratamiento para la obesidad es la prevención mediante un control
cuidadoso de la alimentación y del estilo de vida, además de la actividad física»,
dice. Una vez que el problema ha aparecido, el autor considera que la dieta
aconsejable es un elevado consumo de frutas y verduras, cereales integrales y
pescado.
«Aunque esta estrategia puede llevar únicamente a cambios de peso modestos,
similares a los de las dietas populares evaluadas por Dansinger y su equipo, los
médicos y otros profesionales sanitarios deben enseñar al paciente que tanto la
calidad como la cantidad de la dieta son importantes, y que es posible [conseguir]
una pérdida de peso estable si se añade actividad física y cambios de conducta a
una modesta pero persistente restricción calórica», concluye.
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