Estos ácidos grasos, provenientes en especial del pescado y de los mariscos,
actúan distinto que otras grasas de origen animal ya que no aumentan el riesgo
de padecer ciertas enfermedades.
Los ácidos grasos omega-3 ayudan a reducir el riesgo de enfermedades cardíacas
y trombosis y protegen contra la artritis, además de ser fundamentales en el
desarrollo del cerebro, la vista y el tejido nervioso de niños en
gestación.
Aunque no se recomiendan cantidades específicas de ácidos grasos omega-3, su
efecto protector se puede alcanzar consumiendo pescado y mariscos por lo
menos dos veces a la semana.
Los pescados con mayor contenido de omega-3 son aquellos como el salmón, el
atún, la macarela, las sardinas y el arenque.
No es necesario consumirlos únicamente frescos, pues los enlatados también
pueden ofrecerle estos beneficios.
La porción de pescado para un adulto es de 150 a 200 gramos (4 a 6 onzas). Es
necesario incluir verduras, leguminosas, frutas y cereales como acompañamiento
y así obtener una alimentación variada y balanceada.
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