Un reciente estudio demuestra que estas normas, que son fáciles de poner
en práctica, tienen importantes consecuencias para la salud.
El trabajo, publicado en la revista Gut, ha revelado que las dos terceras partes
de los enfermos de esteatosis hepática no alcohólica -una patología que se
caracteriza por la acumulación de grasa en el hígado a pesar de no consumir
alcohol- con sobrepeso mejoraron su calidad de vida y detuvieron el ritmo de
evolución de su enfermedad gracias a una dieta sana y al ejercicio
físico.
En la investigación, realizada por un equipo de científicos australianos,
participaron 31 personas con sobrepeso que padecían la enfermedad. Todos ellos
accedieron a ponerse a dieta durante 15 meses y a hacer deporte de forma
regular.
El programa consistía en perder peso durante los primeros tres meses y
mantenerse durante los 12 restantes. Para ello, además de una dieta, los
pacientes practicaban dos horas y media de ejercicios aeróbicos a la semana.
Antes de empezar la investigación sólo 10 de las 31 personas implicadas en el
trabajo realizaba alguna actividad física.
Una vez transcurridos los 15 meses que duraba el estudio, casi dos terceras
partes de los participantes (el 68%) se habían mantenido en el peso conseguido
tras perder los kilos de sobra en la primera fase de la investigación. Además, los
enfermos mejoraron los niveles de enzimas hepáticas, disminuyeron los índices
de grasa y glucosa en sangre y, sobre todo, mejoraron su calidad de
vida.
Aquellos que no lo lograron fue, la mayoría de las veces, porque no cumplieron
con las dos horas y media de ejercicio físico a la semana.
La esteatosis hepática puede derivar, con el paso del tiempo y si el enfermo no se
cuida lo suficiente, en una cirrosis. Por ello, los investigadores consideran que
estas dos medidas, la práctica de ejercicio físico y la adopción de una dieta que
ayude a perder kilos a los pacientes con sobrepeso, deberían formar parte del
tratamiento contra las enfermedades crónicas del hígado.
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