Tras años de insistir en la importancia de reducir los niveles de LDL –
popularmente conocido como «colesterol malo»-, ahora los expertos señalan la
necesidad de poner mayor énfasis en el tratamiento del HDL o «colesterol
bueno».
La evidencia científica al respecto demuestra que niveles bajos de HDL constituyen
un factor de riesgo cardiovascular, independientemente del LDL. Por eso, señalan
los expertos, la meta terapéutica es lograr que los niveles de HDL se mantengan
por encima de los 35 mg/dl. Mientras que en pacientes con enfermedad
cardiovascular o en riesgo, como aquellos con diabetes tipo dos o síndrome
metabólico, la meta mínima de HDL debería ser de 40 mg/dl.
La molécula del colesterol LDL es rígida. Se cristaliza en los tejidos, incluso debajo
de las encías. Pero, en la intimidad de las arterias, el daño llega a ser mortal. Allí
se acumula silenciosamente durante décadas, puede ocluir el flujo sanguíneo,
evitar que el oxígeno llegue al músculo cardíaco y provocar un infarto.
Hasta ahora, los médicos e investigadores se habían concentrado en el LDL y
le «dispararon» con las mejores armas farmacológicas de que disponían. Pero con
las enfermedades cardiovasculares en alza y la epidemia de diabetes
prácticamente fuera de control, el escenario cardiológico -afirman- está exigiendo
un cambio de estrategia.
«Nuestro nuevo horizonte terapéutico debe ser elevar el HDL más efectivamente
de lo que se ha hecho», afirmó el doctor John Chapman, director de la Unidad de
Investigación en Dislipidemia y Aterosclerosis de los Institutos Nacionales de Salud
e Investigación Médica, en el Hôpital de la Pitié, París, Francia.
Chapman es uno de los principales autores del «Panel de Consenso Europeo en
HDL-C», que acaba de publicarse online en http://www.cmrojournal.com.
Según las ecuaciones clínicas, los principales responsables de la enfermedad
cardiaca son la edad, el LDL, el hábito de fumar, el HDL, la presión sistólica, la
diabetes, el nivel de triglicéridos y la historia familiar. Sin embargo, el profesor
Gerd Assman, director del Institute of Arteriosclerosis Research y el Instituto de
Química Clínica de la Universidad de Münster, en Alemania, destacó que el HDL
nunca debería considerarse aisladamente. «Cuando hay poco riesgo global, el HDL
es irrelevante -explicó-, pero si el riesgo global es alto, el HDL es definitorio. El
colesterol bueno tiende a ser bajo en las personas que van a tener un infarto en
los próximos dos años. Esto refleja una condición inflamatoria en la pared
arterial», expresó.
Las bondades atribuidas por los especialistas al HDL son notables: estimula la
relajación arterial, inhibe la apoptosis (muerte celular), inhibe las moléculas
adhesivas que influyen en la formación de trombos e inhibe la inflamación.
Además, justamente porque impide la apoptosis de las células beta del páncreas
(productoras de insulina), los bajos niveles de colesterol bueno pueden conducir al
deterioro de estas células y a un entorno pro diabético.
En una encuesta realizada entre cardiólogos, el 84% opinó que las próximas
décadas van a ser para el HDL lo que las dos últimas fueron para el LDL.
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