La dieta mediterránea difiere entre las regiones, pero, en general, suele
incluir aceite de oliva, frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, nueces y
semillas. También prevalece el pescado por sobre otras carnes y un bajo
consumo de carne roja.
El alcohol, en especial el vino tinto, y los lácteos se consumen con
moderación.
Las evidencias de los efectos favorables de la dieta para el corazón se
acumularon durante años, explicó en American Journal of Epidemiology el equipo
de Genevieve Buckland, del Instituto Catalán de Oncología, en Barcelona.
De todos modos, algunas debilidades de los estudios atentaban contra la fortaleza
de las conclusiones.
Para investigarlo, el equipo usó datos reunidos entre 1992 y el 2004 de 41.078
hombres y mujeres saludables de cinco hospitales en España que participaron en
el estudio EPIC (European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition),
realizado en 10 países.
Los participantes, de 49 años en promedio al inicio del estudio, informaron qué y
cuánto comían. El equipo les tomó varias medidas corporales, indagó sobre
hábitos (tabaquismo y actividad física) y revisó sus historias clínicas.
Cada uno recibió un puntaje en una escala de 18 puntos, según cuán cercana era
su dieta a la mediterránea. A mayor puntaje, mayor similitud.
En 10,4 años, 609 participantes tuvieron un infarto o angina inestable con
necesidad de intervención. De este total, nueve murieron.
Cuando el equipo comparó esos problemas cardíacos con los puntos y consideró
los factores confusos, halló que cuanto más alto era el puntaje y, por ende, la
similitud con la dieta mediterránea, menor era el riesgo de desarrollar una
enfermedad cardíaca.
De hecho, un puntaje alto estuvo asociado con un 40 por ciento menos riesgo de
tener un primer evento cardíaco.
Las cardiopatías son la principal causa de muerte en el mundo, provocando el 30
por ciento de todas las muertes, es decir, 17 millones de decesos por año. Casi la
mitad se atribuyen a enfermedades cardíacas.
Fuente: Reuters
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