Como este estimulante está presente en numerosos alimentos (chocolate,
bebidas carbonatadas, café, té…) y fármacos, un equipo de investigadores,
procedentes de la Facultad de Medicina Albert Einstein, decidieron evaluar el papel
que tienen en la aparición de las cefaleas crónicas.
Para ello, evaluaron el consumo de cafeína (tanto el actual como el de los cinco
años previos) de unos 200 pacientes con diversos tipos de cefalea crónica
(migraña, tensional…) y los compararon con la ingesta de medio millar de
personas sanas.
Aunque el consumo actual de este alcaloide no parecía influir en los episodios
dolorosos, las personas con cefaleas crónicas tendían a haber tomado más
cafeína en el pasado (una media de 257 miligramos diarios, lo que equivale a
unas 2,5 tazas grandes de café) que los participantes del grupo control (221
mg/día). La relación parecía más acusada entre los participantes menores de 40
años y entre las mujeres.
«El patrón que hemos visto coincide con la hipótesis de que el consumo de cafeína
es un factor de riesgo para las cefaleas crónicas pues la ingesta del estimulante
estaba elevada en el periodo anterior a la aparición de la enfermedad», explican
los investigadores.
«Esta asociación podría indicar una relación causal entre el consumo de cafeína y
la aparición de cefaleas crónicas o ser secundaria a otros factores que no se han
evaluado. Por ejemplo, los problemas del sueño y la depresión se relacionan con
el consumo de cafeína y son factores que predisponen al desarrollo del problema
en algunos individuos», comentan los autores.
Asimismo, estos especialistas advierten de que en sus hallazgos podrían verse
afectados por errores en el recuerdo acerca del consumo de cafeína de los
participantes. «Es posible que los pacientes estuviesen más al tanto que los
controles sobre la cafeína de su dieta, aunque no tenemos modo de saberlo»,
reconocen los investigadores.
Lo que sí tienen claro es que sus hallazgos «no son consistentes con la hipótesis
de que su consumo aumenta como consecuencia de los dolores de cabeza. Si este
fuese el caso, habríamos visto que la ingesta de cafeína es elevada tanto antes
como después de la aparición del problema», precisan.
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