«Está comprobado que la administración de aspirina (ácido
acetilsalicílico) influye en la disminución del riesgo de infarto agudo», afirma la
doctora Susana Lipshitz, médica cardióloga de la Clínica Bazterrica, de Buenos
Aires.
Los médicos no tienen dudas acerca de los beneficios de la aspirina en todos
aquellos pacientes que tienen angina de pecho, ya sea crónica o aguda, los que
han tenido infarto, o que tienen sus arterias tapadas y corren riesgo de sufrir una
trombosis.
Sin embargo, dado que la aspirina no es inocua, y puede llegar a producir una
úlcera, los médicos no han acordado si conviene recetarla en forma masiva como
medida de prevención primaria.
Si una persona está sana y tiene un riesgo bajo de sufrir problemas
cardiovasculares, no tiene sentido que tome aspirina en forma preventiva.
Incluso hay casos en los que es peor el remedio que la enfermedad. «Una
persona que es hipertensa y no tiene su presión controlada, si toma aspirina
puede sufrir un accidente cerebrovascular hemorrágico», advierte
Lipshitz.
Lo que hace la aspirina es inhibir la producción de tromboxano A2, una sustancia
de nuestro organismo que favorece la agregación plaquetaria. Cuando se produce
una herida, las primeras células de la sangre que entran en acción son las
plaquetas. Éstas, para evitar la salida de la sangre, se adhieren a la pared de los
vasos sanguíneos que se encuentran lesionados. Una vez adheridas, comienzan a
pegarse entre sí, lo que se denomina agregación. A partir de ese momento, se
activa el proceso de coagulación.
El efecto de la aspirina sobre las plaquetas es irreversible. Éstas tienen una vida
de diez días. Pero la médula ósea las produce en forma continua. Al tomar una
dosis diaria de aspirina, se actúa sobre las nuevas plaquetas que se van
formando. Pero tomar más dosis de las indicadas no surte ningún
efecto.
La agregación plaquetaria, que ocurre siempre que se produce una herida, se
desarrolla también en las arterias coronarias cuando éstas presentan lesiones. En
particular, las personas que fuman, son hipertensas, son diabéticas o tienen el
colesterol alto, tienen alteradas las paredes de sus arterias, lo que las hace
susceptibles de que las plaquetas se adhieran a ellas y provoquen un proceso de
trombosis.
Al haber una lesión, el diámetro del vaso disminuye por acumulación de grasa y
de otras células en sus paredes. Se crea una turbulencia del flujo de sangre en
ese nivel, y las plaquetas comienzan a adherirse. Por tal razón, la administración
de una dosis diaria de aspirina evita que las plaquetas se peguen entre sí y, de
este modo, se previene una trombosis.
Pero dado que la aspirina es un antiagregante plaquetario, está contraindicada en
aquellas personas que tienen riesgo de sufrir accidentes cerebrovasculares
hemorrágicos, lo que comúnmente se denomina derrame.
Lipshitz subraya que, si un paciente tiene factores de riesgo como el tabaquismo,
la hipertensión o la diabetes, la solución no es darle aspirina, sino corregir los
factores de riesgo. Si el paciente tiene síntomas que hacen sospechar que puede
tener un problema coronario, se le administra aspirina. Pero si no es así, no es
conveniente.
Con relación al tipo de pacientes que se le debe aconsejar el uso de la
aspirina, la cardióloga responde: «A un hombre mayor de 40 años, que no
hace deporte, que no tiene actividad física, y tiene el colesterol alto, tal vez le
aconsejaría que tome aspirina. Pero primero tengo que comprobar que no tiene
antecedentes de gastritis ni de úlcera. Y, muy importante, que no tenga
hipertensión y, si la tiene, que esté controlada».
Tampoco se sugiere la aspirina a aquellas personas que tienen fragilidad capilar,
y que sufren hematomas espontáneamente o ante el mínimo golpe. Esa persona,
si toma aspirina, puede llegar a sufrir hemorragias internas.
En definitiva, a pesar que no es el camino a la salvación, una aspirineta diaria
puede ayudar a prevenir algunos problemas cardiovasculares en personas con
riesgo.
Nota: No olvide consultar periódicamente a su médico.
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