En el estudio, publicado en el periódico Pediatría, se trabajó con 150 niños
desde su nacimiento hasta que cumplieron los nueve años.
Los especialistas descubrieron que la forma en que los padres manejan las
rabietas de sus hijos, por un lado, y sus actitudes ante el sobrepeso, por el otro,
puede ser determinante en el peso de los niños.
Los científicos identificaron una serie de «factores de riesgo» que provocan que los
niños tengan sobrepeso, de los cuales el más alto es que los padres sean
obesos.
De hecho, el 64% de los niños con sobrepeso que se utilizaron para el estudio
tenían unos padres obesos. Comparado con el 16% cuyos padres tenían un peso
saludable.
El temperamento del niño también juega un papel importante. Aquellos que eran
muy sensibles y propensos a tener berrinches por la comida tenían más
posibilidades de convertirse en obesos.
«Los padres cuyos hijos tienen rabietas por la comida tienden a alimentarlos para
reducir la frecuencia de los enojos», dijo uno de los investigadores.
No obstante, los padres que mostraron preocupación por el peso de sus hijos
tenían más posibilidades de que los mismos ganaran sobrepeso, según el
estudio.
Al respecto, los especialistas sugieren que este fenómeno se debe a que tratan de
controlar demasiado lo que comen de los hijos, en vez de enseñarles saludables
hábitos alimenticios.
Otro factor de riesgo son las horas de sueño. Según el informe, los niños obesos
durmieron 30 minutos menos diarios, comparado con los niños que no ganaron
sobrepeso.
El motivo -para los especialistas- es que al dormir menos, el niño tiene menos
energía para correr y quemar calorías.
«Los niños con baja actividad tienden a dormir menos durante el día debido a que
están menos cansados», dice el estudio.
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