Los ácidos grasos omega 3 pertenecen a la categoría de grasas
poliinsaturadas, las menos perjudiciales y hasta beneficiosas para la salud. Suelen
faltar en nuestra dieta cotidiana, y están presentes en el pescado (no en todas las
variedades), el marisco, el tofu, las almendras, las nueces, así como en algunos
aceites vegetales como los de linaza, nuez y colza.
Según Catherine MacLean, de la Rand Health de Santa Mónica, en California, que
ha revisado 38 estudios publicados entre 1966 y 2005, estos ácidos no tienen
valor profiláctico en el caso del cáncer. Las investigaciones analizadas por ella y
su equipo incluían datos de incidencia del cáncer por tipos, hábitos y
características de los pacientes y detalles de su consumo de omega 3.
«De las 65 asociaciones encontradas en veinte cohortes distintas para once tipos
de cáncer y seis formas diferentes de valorar el consumo de omega 3, sólo diez
fueron significativas y estaban relacionadas con tumores de mama (cuatro
estudios), colorrectales (uno), pulmón (dos), próstata (dos) y piel
(uno)».
No todas las asociaciones revelaban un descenso en el riesgo de cáncer, sino que
algunas sugerían un mayor riesgo. Ante esto, concluyen que «el consumo de
omega 3 no parece favorecer el desarrollo del cáncer, pero tampoco hay
evidencia de que proteja frente a él».
De todas formas, no hay que olvidar que los omega-3 tienen un efecto positivo en
el sistema cardiovascular, como así también en el cerebro y la vista. Algunos
especialistas señalan que tienen una función preventiva en la degeneración
macular del ojo, una forma común de ceguera, y efectos positivos en algunos
trastornos depresivos.
Otra línea de investigación analiza la relación entre los ácidos grasos omega-3 y
el sistema inmunológico, y sugiere que estos componentes tienen una influencia
positiva en la artritis reumatoide, el asma, el lupus, los trastornos
hepáticos.
Fuente: Salud y Ciencias
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