El abandono del hogar familiar, al independizarse, supone para muchos el
empeoramiento de sus hábitos alimenticios. Dejar de desayunar, o una dieta más
pobre son algunos de los cambios que suelen sufrir los jóvenes cuando se
marchan de casa.
El estudio, publicado en el Journal of the American Dietetic Association, ha
establecido los efectos positivos de comer habitualmente en familia durante la
adolescencia.
La investigación recopiló los datos de los jóvenes en dos fases. Primero, se
anotaron los hábitos alimenticios de 3.074 estudiantes de Minnesota entre 1998 y
1999, cuya media de edad era de 20 años. En segundo lugar y tres años más
tarde, se contactó con 2.513 de estos individuos para examinar los cambios
producidos en sus patrones alimenticios. Con el resto de los encuestados fue
imposible contactar.
Los autores analizaron los cambios que se habían dado en sus comportamientos
teniendo en cuenta diversas variables: la frecuencia con la que comían en familia
durante su adolescencia, sus preferencias (comer en familia, comer de pie
rápidamente, o comer siempre a la misma hora, por ejemplo), su número de
comidas diarias, la calidad de sus dietas alimenticias y sus datos
demográficos.
Las estadísticas mostraron que aquellos adolescentes que comían con su familia a
menudo consumieron posteriormente más frutas y vegetales. No obstante, en la
mayoría de estos individuos el nivel de ingesta de estos alimentos era menor del
recomendado. Se daban diferencias entre las chicas y los chicos: ellas comían en
casa más que ellos.
La familia es un contexto apropiado para educar en hábitos saludables, pero el
estudio admite que, a menudo, los efectos positivos de los menús caseros no
aparecían hasta que el individuo alcanzaba la edad adulta.
En general, las interacciones entre el adolescente y su familia conllevan muchos
beneficios psicológicos y sociales para el mismo. Los jóvenes que se relacionan
satisfactoriamente y de forma frecuente con su familia son menos propensos a
tener problemas de drogas, trastornos depresivos o desórdenes
alimenticios.
Las conclusiones del estudio revelan una asociación directa entre el número de
comidas familiares de un adolescente y la calidad de la alimentación que llevará
cuando sea adulto. Así, los autores animan a que todas las familias coman
conjuntamente, siempre que sea posible.
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