Antes que nada, hay que decir que la aparición de este mangar surge en el
contexto de la Semana Santa. En esta semana se recuerda la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesús. Con el Domingo de Ramos se evoca la entrada de Cristo
en Jerusalén. Según la fe católica, el pueblo judío le dio la bienvenida agitando
ramos de olivo.
A partir del jueves -día en que se conmemora la Ultima Cena- la liturgia religiosa
adquiere mayor importancia. El viernes santo se evoca el tormento de Cristo en
su marcha hacia el Calvario y el domingo, con la Pascua de Resurrección, se
festejará el paso de la muerte a la vida del Hijo de Dios.
La Pascua constituye el fundamento sobre el cual se asienta y gira toda la vida del
cristianismo. Es festejada por 1.200 millones de fieles en todo el mundo y
anualmente el Papa da la bendición en una misa urbi et orbi desde la Basílica de
San Pedro, en el Vaticano.
Las tradiciones en esta fiesta han ido variando con el correr de los siglos hasta
llegar a convertirse, para la gran mayoría de la gente, en una semana donde no
se trabaja y se comen los famosos huevos de Pascua. De hecho, el Domingo
Santo es uno de los dos días del año en el que se consume más chocolates (el
otro es la Navidad).
El huevo es en general símbolo de origen, de fertilidad y de nacimiento, y como la
serpiente, el agua y la paloma, constituye un elemento más de la Pascua cristiana
y judía.
En principio, el huevo adquirió importancia dentro de la mitología egipcia cuando
el Ave Fénix se quemó en su nido y volvió a renacer más tarde a partir del huevo
que lo había creado inicialmente. También los hindúes sostenían que el mundo
había nacido de un huevo.
A partir de San Agustín, el huevo comienza a adquirir el significado místico de la
resurrección y al regalarlo, los cristianos expresan su fe en la inmortalidad y en la
salvación del alma, según afirmación de los teólogos modernos.
Los huevos de pascua en la antigüedad eran de gallina y de pato, y en la Edad
Media les eran regalados a los chicos durante las celebraciones.
El caso específico del huevo de chocolate nace en la Corte del Palacio de
Versalles, Francia. En el siglo XVI, el Rey francés Francisco I recibió el primer
huevo con sorpresa que haya quedado documentado: en su interior encontró
una miniatura grabada que representaba la Pasión.
En los inicios del cristianismo, los huevos de gallina o pato eran pintados
de rojo, como tributo a la sangre de Cristo, después se agregaron el marfil –
representando el sudario-, luego el verde, como símbolo del renacer de la
naturaleza en primavera, el azul, que recuerda la paz de la época pascual,
el amarillo, para significar la luz temprana del día de la resurrección, y
el púrpura para recordar la Pasión de Cristo.
Al tiempo, los cristianos comenzaron a obsequiarse huevos durante la Semana
Santa con regalos y al principio el siglo IXX, en Alemania, Italia y Francia,
aparecieron los primeros huevos hechos con chocolate con pequeños regalos
adentro.
En sus comienzos, eran pintados a mano con colores estridentes que
representaban la luz del sol. Los huevos se hacían uno a uno con un molde
prefabricado, lo que dificultaba mucho su elaboración masiva. Los colores
estridentes fueron apareciendo con las grandes producciones de huevos, por los
años 20 y 30 del siglo XX.
Deja una respuesta