Este año, una empresa que ofrece consejos de nutrición personalizados
basados en la genética le efectuó un análisis de ADN al nutricionista Ruth DeBusk,
quien deseaba potenciar su dieta saludable. Los resultados indicaron que
necesitaba más ácido fólico, una vitamina B que se encuentra en los cítricos y en
los vegetales de hojas verdes.
De esta manera, DeBusk duplicó la cantidad de ácido fólico que ingería. «Estoy
más consciente de asegurarme de obtenerlo todos los días, si es posible, porque
es realmente importante», dijo DeBusk, que ha escrito un libro sobre nutrición y
genética.
«Voy a esforzarme realmente para beber un vaso de jugo de naranja o de comer
una ensalada bien grande en la noche…», sostuvo.
Así deberían funcionar las cosas en un campo llamado nutrigenomics, o genomics
nutricional.
La idea básica es la siguiente: Existen genes que afectan el riesgo de contraer
enfermedades cardíacas, cáncer, osteoporosis y diabetes, y el impacto de esos
genes puede ser modificado por lo que uno come. Todos llevamos alguna versión
de esos genes. Entonces, ¿por qué no investigamos cuáles son las versiones de
genes que tenemos y basamos nuestra dieta en esa información?
«Cada vez que vamos al supermercado conjeturamos qué deberíamos comer y
qué no deberíamos comer», sostiene Raymond Rodríguez, director del Centro
Nacional de Excelencia para Genomics Nutricional de la Universidad de California
en Davis.
En el futuro, la mayor parte de esas conjeturas serían reemplazadas por una
información más precisa de una dieta a base del ADN, que según Rodríguez
está «emergiendo rápidamente en el horizonte».
Fuente: AP.
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